Guerra

No sé si puedo ser pacifista. Estoy cruzada por el amor. Este sentimiento tiene un fondo egoista, nadie supo por completo poner la otra mejilla. ¿Quién lo aprendió? ¿Servía para algo? Aprendimos la culpa. Eso sí sale perfecto. El amor es otra cosa. Sarmiento creía –como los griegos- que el mayor gesto de honor era ir a la guerra. Un ciudadano es aquel que entrega su voluntad a la Nación solo para un acto posible, que la Nación decida sobre su vida. Qué mayor amor que ese. Alberdi, por el contrario, creía que los habitantes (quienes no necesitaban relacionarse con la Nación en términos políticos) eran quienes iban a germinar el bien de la República. Nada de ejército. Luego se enfrentaría al problema del orden real, pero esa es ya otra historia.
La república, la democracia. No son palabras iguales. Por el barrio de tinta ácida estuvieron discutiendo al respecto. Somos sujetos tan seducibles de algún modo que entramos en la efervecencia, en la emoción. La Democracia tiene una Mayúscula de la que parecerían colgar miles de muertos, miles de silencios. Pero no. Alguien me dijo “en el 73 no entendíamos la democracia como ahora y si había que ser un poco tajantes eso no era el problema”. Ok. Estamos podridos de pensar los 70 pero es inevitable. Hijos de. Hermanos de. Sobrinos de. No hijos de. No hermanos de. No sobrinos de. Por sí o por no en eso estamos. El amor. Cruza lo que percibimos como real. Tal vez haya alguien que logre desprenderse completamente del vínculo imaginario que lo enlaza con sus vecinos. Sus vecinos de la cuadra, del continente o del colectivo que lo invada. Yo no. Pero trato. Al mirar la guerra. La guerra en la tele, la guerra en casa. La invasión. Los bloques. Pregunto ¿somos tan fáciles de seducir? ¿Somos solo víctimas del amor que nos enraiza? A los olivos centenarios que los misiles arrancan, a las historias creadas. En subjetivo. Hago un esfuerzo concreto por pensar las mentes. Es imposible. Lo que me sale es odiar (otra vez la cadena amorosa): EEUU, su parafernalia, el Estado opresivo de Israel. ¿Y los que ponen el cuerpo ahí? Por eso: mirar la historia en términos materialistas es bueno, nos hace comprender, aclara, pero a lo lejos. En lo cercano hay demasiado ruido y solamente llanto. ¿Qué pasará por esas cabezas? Esa gente que cree que su amor real hace válido darle al Estado, a la Nación, la muerte y la muerte. Convertirse en asesinos por amor. Esa pregunta me ronda en la cabeza.¿Cuándo ser “tajante” llega a eso? ¿Cuándo estás del lado de los buenos? Como me educaron en una pileta latinoamericanista y cristiana pienso: los pobres. Los pobres son los buenos. Y recuerdo que le dije a papá a los ocho años: Pa... ¿Jesús no nos quiere porque no somos pobres? P. me preguntó hace muy poco ¿hasta cuánto te bancás que ganemos, digo, antes de que creas hundirte en lo más bajo del infierno? Los límites, como ven, los he corrido con más o menos facilidad. Culpa otra vez. ¿Nos desembarazamos de dioses? En casa prendemos velas y deseamos. Llamamos a nuestros amigos y a los amigos de nuestros amigos que viven, que sueñan, que sienten, que esta vuelta son el lado de los malos. Queremos que no sufran. Pero sabemos que esas velas y ese deseo no sirve absolutamente para nada.