El día después

Ayer al final surgió el festejo improvisado. Compramos empanadas y había pizzas en el freezer. Se sumaron los vinos, las cervezas. Vinieron los chicos de la revista, Fede, Lau, Mar y Ale, Márian, mamá y Miguel, San ti, mi hermana con "un amigo", Andre, el Pelado... Fue algo tranqui pero no tanto. El jefe agarró la guitarra y me dio el regalo más hermoso a mi capricho: armó un fogón imaginario en medio del living. No sé si a todos les gusta pero a mí sí. Y era mi cumple. Cantamos lo peor del ranking que es -claramente- lo mejor para mí corazón. Sui Generis, Seru, Los Abuelos, Pedro y Pablo, Calamaro, Baglietto, Vox Dei, algo de la guerra civil española, algo de punki chabón que mi hermana recordaba de un modo sorprendente, algo de aquellos veranos en Gesell. Todo mezclado, un combo que nos hacía el "tipo" más típico para el lugar, la hora y promedio etario del grupete.

Terminé guardando vasos a las tres de la mañana. Dejé la promesa de una fiesta en puerta. Aún no tengo lugar. Sería el sábado 10. Es un plan. Nada seguro. Me pregunto si tengo o no tengo fuerzas de organizar algo más "masivo" (¿bloguero?)...

P. está durmiendo la mona en nuestra cama. Se emborrachó ayer, faltó al trabajo. Yo estoy trabajando desde las 9, no sé por qué mierda me desperté tan temprano, pero la mañana entra por la ventana, hay un día hermoso, la radio suena. Otra vez el ritual. Como casi todos los jueves en mi balcón cerrado y hoy es distinto.
Como si fuese el día siguiente a Nochebuena, aun es Navidad, podés volver a ver los regalitos, desalmorzar a las 3 de la tarde y estar pachorro todo el día. Está bueno sentirlo -aunque sea por unas horas- un 1º de junio.