Leía el mail de un amigo sobre sus vacaciones de Argentina devaluada en un dique salteño y parecía que estábamos en el mismo lugar, salvo que mi relato hubiese cambiado Salta (que sí nene, por algo es que le dicen "Salta la linda") por Mendoza y ya estaba contado todo lo mío, porque él lo dijo bárbaro en su mail multitudinario y turístico.
Y nos fuimos nomás. Por eso dejé post martinfierresco de recuerdo quince días. Nos fuimos a los deportes y a la naturaleza, y al río, a andar en bici, a nadar, a remar, a caminar, todo lo que pudimos hacer con nuestra energía extra de sedentarios y porteños. Y se nos arrastraron las enes y nos comimos las eses y empezamos a entonar como entonan los mendocinos, como una suerte de chilenos lavados, entonados, justamente, con el buen vino y el calor.
No llovió ni un día. El sol rajaba la tierra, nos agarró el zonda, más calor que en el caribe y más seco que un horno. Mientras nos arrubiábamos, pasábamos el tiempo entre el deporte y la lectura; y me di cuenta de que ese sí, justo en esa combinación, es mi mundo perfecto. Faltaban tal vez mis pasteles y las hojas y algún rato más para escribir. Paradoja veraniega: extraño escribir, tengo ideas, tengo ganas, pero no sé qué mierda pasa y no lo hago.
Nos fuimos con P. y con dos amigos: Guada y Hernán. Guada resultó ser tan intrépida como inteligente, ya sabíamos lo segundo, así que nos llevamos el premio revelación de su entusiasmo y su musculatura. Tenemos una foto que demuestra que ni ella sabe lo linda que es.
Hernán es, probablemente, uno de los más apasionados de todos los amigos que escriben y leen que conozco, él es increible. Entre zambullida y zambullida leía Catilinaria y anotaba, después seguía con Radiografía y en medio intentaba armar la reseña sobre el de Nitsche que yo le pasé para elinterpretador. Es decir: en la mateada nos leía Martinez Estrada en voz alta y nos reíamos. Mi chico, que es el ingeniero más versatil que he visto, nos seguía el ritmo con tranquilidad y, en contra de todos mis pronósticos, fueron unas vacaciones relajadas y entusiasmadas a la vez, con muchísima más literatura y charleta intelectualoide de lo que esperaba. Mechada, claro está, con la lectura de una Caras, una Gente y una Pronto. Minas en bolas y "la movida del verano". Un verano pasado por agua en el mar que estaba bien bien lejos de nuestro verano hirviente de cordillera y sol.
El sol me fríe las neuronas y me da una energía impresionante, no pude tomarme todo el vino que quise porque se me arruinó una muela, que está negra y putrefacta y me condenó a tomar antibióticos, la puta que lo parió, así que no tanto vino como quise. Pero sí el paseo por las bodegas, ahí estaba bien, y me enamoré del hacer del vino, de esa gente enloquecida que habla de "mimar a la uva", "sentir el terruño", "percibir la consistencia de un color". Pequeños poetas de la vid, metaforizan sobre algo que todos percibimos pero que solo unos pocos pueden describir con exactitud y belleza.
Y pensé si no debería hacer algo así, irme a una montaña, olvidar mucho, sacarme de encima la pesadumbre de la letra y conectarme con esa literatura que está ahí, al costado de la cabeza, en esa porción que no es neurótica y que disfruta simplemente de ser, de estar, del roce del viento seco en la piel, del sofocón en los ojos, del caminar lento, del nadar agitados...
Y volví con una energía que no recordaba, sientiéndome cada vez más joven, más fuera de lugar en mi propio cuerpo, porque estoy como para irme a Japón (reconozco que estuve leyendo a Kawabatta y Gaijin, la novela de Matayoshi), tomarme un buque, abandonada pero feliz, no de escapatoria, aunque es patético sentir todo esto y adivinar que se va a esconder en una latita de tomates en conserva en cuanto vuelva al laburo, y por otro lado -qué se yo- un poco también extrañar el laburo, la bendita rutina que supimos conseguir.
Ayer volver a Buenos Aires y no tener nada que hacer, o sí pero no hacerlo, y ver gente, ordenar un poco, encontrar que las dos computadoras de casa se quemaron en la tormenta, que chismes, que todo bien, amigos y tu sabés, alguien que pregunta "¿cuándo te casás?", etcétera y yo pensar: "Esto está mal, estoy en otro cuerpo, yo quiero desarmarme y no estar fija, quiero estar así charlando acá toda la vida".
Y después a lo de Maru, su casa nueva, su vida nueva, y darme cuenta de que sí, a pesar de todo soy mi pasado también, pero qué va, si tengo tanto sol traído encima que me sobra... Volver a casa y ser una extrema versión de mí misma que P. no sabe si matar o adorar; y yo que le digo no quiero recibirme porque no quiero que nos casemos, ok me dice él, querés que haga algo, significa algo esta declaración o es lo mismo de siempre, y yo ¿querés que te muestre cómo estoy? y entonces pararme, levantar los brazos y gritar ahhhhhhhhhhhhhhhhhhahaaaaaa por todo el living. Él tan tranquilo y riéndose, ok, entonces todo en orden.
Yo: es solo pánico, nada más. Pero es que no quiero recibirme. No quiero cambiar de estado. Me queda tan bien esto de sentirme joven, es una remera que no me quiero sacar. Lastima que el tiempo pase lo mismo. Me cae tan bien eso de estar allá en el parador, al borde de la montaña, más allá el río y aun más lejos el dique... me siento tan ubicada en esa nada que se escapa y preocuparse por el horario de un micro y volver a comprar el diario y leer Lemonde entero porque total hay tiempo y estar sentados y discutir, y después pedalear casi tres horas o más y estar cansados cansados cansadísimos en los huesos. Me encontré tan cómoda con todo esto que por qué cambiarlo. Al fin, después de tanto, estar a gusto, no mucho, pero bastante, con lo propio, e incluso creer que hay más, más sol ahí adelante. Más adrenalina, más. Y él, que es tanto más sabio, se ríe y dice qué suerte que no te dije hoy que nos casáramos porque no daba para nada que me dijeses que no. Y yo, al menos aviso cuando me agarra este desierto mendocino adentro y nomás quiero salir y andar y gritar, y salir un rato más, hasta que se haga de día y esperar un colectivo tres horas, sentada en un cordón, con el sueño del mundo encima.
Acá estoy en el verano en que todo dicta que me debería poner a estudiar y rendir los dos putísimos finales que me quedan.
Otra vez entre vosotros.
¡Nada a interpretar ni a significar, pero mucho a experimentar!. Deleuze / Guattari "Rizoma"
martes, enero 17, 2006
El monstruo dijo...
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6 comentarios:
¡Ese P. realmente es versátil!
P. es genial. Yo lo adoro cada vez más. Y estoy segura de lo bien que le hace a la joven nessie que por suerte sigue siendo joven y probablemente lo sea siempre, con el título, el anillo y los pibes,
o en mendoza, entre arneses y remos, revista caras y martínez estrada.
Colorada: ponete a escribir ya, que estás escribiendo bien lindo, y todo bien con el blog, pero danos algo de esto para la revista.
Más pilas que nunca, you know,
tu amiga lola.
Nessie, hola.
Leo este post y me desestabilizo. Digo que claro, que tenés razón, que yo me siento un poco así. me pasan muchas cosas mientras leo. Hasta me emociono un poco, te confieso.
gracias. me quedo muy sintiendo, muy pensando, muy flojita.
Qué verborrágica que volvimos, eh!
Muy lindo post.
Nos vemos pronto.
Un beso,
NB
gracias amigos, y sí P. es versátil, imagino que nos hemos ido amoldando el uno al otro de algún modo. La duda Lale, sin embargo, persiste y no hay nada que hacer con ella salvo sentir hasta que no quede otra que actuar. Y en general la pasión se canaliza, así que no es tan grave...
uh nessie, dos finales! la re felicito. a mí 6
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